miércoles, 26 de mayo de 2010

Periquillo, o el niño elefante (I)

Llevo observando durante meses un niño litogenizado en la tapia de un colegio, en la calle Inglaterra. Hace unos días me chistó cuando volvía del Eroski y me detuve a escucharle. Me contó una extraña historia:
–¡Amigo, amigo! ¡Estoy aquí, en la pared! Soy Periquillo, ¡ayúdame, te lo suplico!
–¿Cómo? ¿Que te ayude? ¿Por qué?
–Abre mi cartera y saca el cuaderno, por favor. Lee el trabajo que iba a presentar en clase. No todos los escolares somos analfabetos, amigo.
Hice lo que dijo y leí una extraña versión sobre la leyenda de San Jorge. Según Periquillo, el dragón, que era en extremo pacífico y seguía una dieta vegetariana, estaba loco de amor por la hija del rey de Selena (Libia), en realidad su primer y único rehén. Todas sus demostraciones de rugidos, fogonazos y demás parafernalia pirotécnica no tenían otro fin que convencer a la población de que su salvación pasaba por entregar a la princesa, como así se hizo para gran satisfacción de ambos, pues la pobre bestia era correspondida. La sencilla treta les salió perfectamente y ambos vivieron muy felizmente, lejos de las miradas de los hombres, durante varios años.
Pero llegó el día, pasó San Jorge por Selena y decidió, por su cuenta y riesgo, acometer su famosísima empresa, a pesar de la oposición de la población y del propio rey, que preferían dejar las cosas como estaban. San Jorge, obnubilado, imaginó una princesa abducida. Se acercó de mañana a la cueva con la aparente intención de hablar pacíficamente con ellos, que paseaban plácidos por el jardín, frente a la cueva. La princesa se alegró de ver un humano tras largo tiempo y tranquilizó a su dragón, algo inquieto. El caballero se acercó sonriente y, al primer descuido, clavó su lanza en el ojo izquierdo del dragón, que cayó muerto, dedicando su última mirada, incrédula pero amorosa, a su única compañera en vida. Uccello lo describe perfectamente:
Del charco de sangre brotó un racimo de rosas, no rojas, como narra la leyenda, sino negras, que la princesa no tuvo tiempo de cortar, pues el enajenado caballero la llevó inmediatamente de vuelta a la ciudad, donde fue recibida con una mezcla de curiosidad, escepticismo e injusta mordacidad sobre el inestable carácter femenino.
-¿Y bien? –me preguntó el niño.
-Es la versión más peregrina que podía imaginar. ¿De dónde la has sacado?
-La historia es cierta, lo creas o no.
Y me dio algunas razones que me hicieron dudar. Según me dijo, la Hermandad Sincrética de San Jorge, con sede central en Constantinopla (Estambul), se enteró de la inminente publicación del trabajo de Periquillo y lo litogenizó cuando estaba a punto de entrar en el patio de la escuela, alarmadísimos ante la mácula que se cernía sobre la hasta ahora intachable imagen del santo.
–Pero eso no es todo, amigo… –no me gusta que me llame amigo, me recuerda a los niños del norte de Marruecos. –Tras litogenizarme, me arrancaron la cara para que resultara irreconocible y a nadie se le ocurriera sacarme de aquí.
–Ya decía yo que tenías una cara extraña, como de arena…
–No es mi cara, y eso es lo primero que necesito, ¡mi cara! Búscala, por favor, búscala y te ayudaré.
–¿Ayudarme a qué? ¿Qué puedes ofrecerme?
–Te puedo dar consejos…
–¿Consejos? Mira, Periquillo, no necesito tus consejos. Yo también tengo arrancada una parte de mi cuerpo desde hace meses y no voy suplicando por ahí.
–Ya, ya, es fácil quejarse cuando uno es libre para ir donde desee y hacer lo que le venga en gana. Si te comparas conmigo, tu queja resulta... pueril, eso es, pueril; seguro que lo que se arrancó, bien arrancado está. Yo, en cambio, soy víctima de un complot internacional.
–Bueno, yo también me sentí por un tiempo víctima de un complot; luego recapacité y me di cuenta de que no era eso.
–No te vayas por las ramas y ayúdame, por favor. ¡Búscame una cara!
–Está bien, Periquillo, te ayudaré. Pero ahora tengo que marcharme a recapacitar y meditar un poco.
Deposité de nuevo el cuaderno en la cartera (no quiero tener nada que ver con historias extrañas) y me marché a buen paso, antes de que me viera nadie.
Llevo varios días buscando la cara de Periquillo. Si alguien cree haberla encontrado, le agradecería sobremanera que me la enviara a australino@gmail.com. Será recompensado.