martes, 8 de diciembre de 2015

España-Francia, ¿borgoña o cocido?

Hace casi quince años, un 11 de marzo, murieron en Madrid cerca de doscientas personas en varios ataques terroristas perpetrados por grupos islamistas radicales. Hace poco menos de un mes murieron unas ciento treinta personas en París en otra serie de ataques terroristas, también perpetrados por grupos islamistas radicales.

Aquel mes de marzo de 2004, España se alteró enormemente durante los tres días que quedaban para las elecciones generales. Un revoloteo tremendo se armó por cuenta de los ataques sufridos. Hubo una enorme confusión y cada partido tiro de su lado con fuerza, más atento a tratar de sacar rédito o a no salir perjudicado, que al propio asunto, que en realidad pasó a ocupar un segundo plano. Hubo ventiscas de opiniones y voluntades que recorrieron toda la península, de arriba abajo y de un lado a otro; y cambió el gobierno. En el plano internacional, no sucedió nada. No hubo grandilocuencia, ni grandes frases sobre la Civilización y los bárbaros ni nada parecido. España tampoco tomó ninguna medida, salvo retirar unas pocas tropas de cierto país en conflicto al cabo de unos meses.

Por su parte, Francia ha quedado hondamente perturbada por los ataques sufridos en su capital. París encarna el meollo, el puro corazón, la almendra central del mundo y la cultura francesa. El actual presidente de la república, «socialista», hizo desde el primer día una serie de contundentes y muy sentidas declaraciones, seguidas por no menos sentidas declaraciones de una montonera de dignatarios de muy diversos países. Se ha hablado de ataque a los valores alrededor de los cuales se ha construido Francia, se ha hablado de intento de derrocar la cultura y la forma de vida francesas, se ha hablado de ataque a Occidente por parte de los bárbaros, de muchas y muchas cosas, todas muy elevadas e importantes.

Hablando de importancia, Francia aspira, en pleno 2015 (se dice pronto) a continuar siendo una potencia mundial; no sé si lo consigue, pero al menos se acerca a ello. El país ha iniciado por cuenta propia una serie de ataques contra supuestos focos de terrorismo en Siria, y consigue el apoyo activo de un buen racimo de países en su lucha contra el islamismo radical. Apenas se escuchan, ni siquiera en España, críticas o reprobaciones de ningún tipo; por no haber, casi no hay ni comentarios al respecto. No hace falta ser muy vivo para darse cuenta de que algo así sería por completo inconcebible en España.

Por nuestra parte, España ocupa un papel muy de segunda o tercera fila en el panorama internacional. Para empezar, el ejército es muy escaso y pobre en recursos. A pesar de las continuas críticas de los partidos denominados «de izquierdas», está medio desmantelado, casi abandonado; incluso las intenciones de varios partidos son desmantelarlo aún más, hacerlo desaparecer. La «sociedad española» (con todas las reservas de este término obsoleto) lleva muchos años instalada en una posición profundamente antimilitarista; todo atisbo de actuación militar es objeto de críticas, burlas y cachondeo al más puro estilo hispánic.

Por otro lado, el sentimiento de nacionalismo español es incomparablemente más pobre que el de nacionalismo francés. Son muy pocas las personas que en España se sienten orgullosas y felices de ser españolas, y menos aún las que se atreven a demostrarlo fuera de los estadios de fútbol. Cada vez parece más claro que este país carece de la mínima cohesión social y cultural necesaria para garantizar un futuro unitario. Esto se aprecia estupendamente en campaña electoral; basta escuchar a los/as candidatos/as de cualquier provincia o región para entender esta peculiaridad del estado español, que lleva camino de convertirse así en una pluralidad de estados a medio o incluso a corto plazo.

Todo esto y muchas más cosas aburridas creo que conviene tener en cuenta para entender el maremágnum español. Una cosa es cierta: parece que vamos a seguir dando la nota en Europa y en América (los únicos lugares del mundo donde nos conocen un poco) por un tiempo, como llevamos haciendo desde el siglo XVI.

De todos modos, qué duda cabe que, obligatoriamente, me siento y me sentiré siempre (pienso yo) más afín a un cocido que a un buen vino de Borgoña, aunque me lo sirvan en un château. Soy de aquí, para bien y para mal. Eso sí, el cocido, mejor vegano, por favor.

Postdata antropológica: este país tiene una de las tasas de natalidad más bajas del planeta; si discriminamos por origen y nos quedamos con los datos de la población autóctona, la tasa es aún menor, muy por debajo del mínimo necesario para garantizar la reposición natural de la población. Este suicidio colectivo voluntario no significa que el país vaya a despoblarse, pues sobran cientos de millones de personas de otras procedencias que seguiran encantados de habitarlo; y a escala planetaria no es más que un dato estadístico apenas insignificante. Pero es interesante y pasmoso reflexionar sobre ello. A propósito de este asunto, un alto cargo eclesiástico acaba de hacer unas declaraciones en que afirma, en otras palabras, que «si llueve, el suelo está mojado». Le va a caer un chaparrón tremendo, porque apenas se permiten ya tales atrevimientos.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Las células grises

En plenos años ochenta, un joven profesor de álgebra en la facultad de Ciencias Físicas de la Universidad Complutense de Madrid nos recomendaba una y otra vez utilizar las células grises para comprender la materia tratada. Y ahí nos veíamos unas cuantas docenas de estudiantes tratando de hacerle caso, aunque sin saber muy bien cómo se ponía en marcha ese mecanismo tan maravilloso que es el cerebro humano.

A estas alturas, sigo sin tener claro su funcionamiento, si bien lo intento una y otra vez, y creo que he aprendido algunas cosas al respecto: la importancia del genio; la mayor importancia del tesón, el trabajo, el esfuerzo; la inestimable ayuda de los hombros y cabezas de las personas que nos precedieron; lo perjudicial que resultan los mil y un prejuicios y condicionantes de todo tipo, que nos avasallan y nos impiden ver con claridad; y el reconocimiento de la libertad, sobre todo la libertad que nos damos a nosotros mismos para atrevernos con lo desconocido, lo incómodo, lo terrible, siempre que ello ayude, mucho o poco, a acercarnos a la realidad.

Sé que este terreno es demasiado filosófico para mis cortas capacidades, así que me limito a transcribir unas palabras de un reconocido premio Nóbel:

... con la Contrarreforma y el neotomismo, España y sus posesiones se cierran al mundo moderno. No tuvimos Ilustración porque no tuvimos Reforma ni un movimiento intelectual y religioso como el jansenismo francés. La civilización hispanoamericana es admirable por muchos conceptos pero... [...] ... A la larga esa construcción se volvió un encierro, una prisión. Los Estados Unidos son hijos de la Reforma y de la Ilustración. Nacieron bajo el signo de la crítica y la autocrítica... [...] ... La crítica racionalista barrió el cielo ideológico y lo limpió de mitos y creencias...

Más adelante:

... La Edad Moderna comienza con la crítica de los primeros principios; la neoescolástica se propuso defender esos principios y demostrar su carácter necesario, eterno e intocable. Aunque en el siglo XVIII esta filosofía se desvaneció en el horizonte intelectual de América Latina, las actitudes y los hábitos que le eran consustanciales han persistido hasta nuestros días. Nuestros intelectuales han abrazado sucesivamente el liberalismo, el positivismo y ahora el marxismo leninismo; sin embargo... [...] ... no es difícil advertir, ocultas pero vivas, las actitudes psicológicas y morales de los antiguos campeones de la neoescolástica...

Más adelante:

Desde la segunda mitad del siglo XVIII las nuevas ideas penetraron, lentamente y con timidez, en España y en sus posesiones ultramarinas. En la lengua española tenemos una palabra que expresa muy bien la índole de ese movimiento, su inspiración original y su limitación: europeizar. La renovación del mundo hispánico, su modernización, no podía brotar de la implantación de principios propios y elaborados por nosotros sino de la adopción de ideas ajenas, las de la Ilustración europea...

Más adelante:

... Las revoluciones de Francia y los Estados Unidos fueron la consecuencia de la evolución histórica de ambas naciones; los movimientos latinoamericanos se limitaron a adoptar doctrinas y programas ajenos. Subrayo: adoptar, no adaptar. En América Latina no existía la tradición intelectual que, desde la Reforma y la Ilustración, había formado las conciencias y las mentes de las élites francesas y norteamericanas... [...] ... Entre los grupos revolucionarios de Francia y sus ideas había una relación orgánica y lo mismo puede decirse de la revolución norteamericana; entre nosotros, las ideas no se correspondían a las clases. Las ideas tuvieron una función de máscara; así se convirtieron en una ideología, en el sentido negativo de esta palabra, es decir, en velos que interceptan y desfiguran la percepción de la realidad...

Los párrafos anteriores, escritos alrededor de 1980, son extractos de un ensayo de Octavio Paz titulado Tiempo nublado. En el último capítulo hace un magnífico resumen de la historia reciente de Polonia, tan claro para entender el funcionamiento del denominado "bloque soviético" que aconsejo vivamente su lectura a cualquier persona interesada. En la segunda parte del ensayo, Octavio critica con claridad cristalina la incomprensible postura de tantos y tantos "intelectuales" occidentales y latinoamericanos que durante muchos decenios simpatizaron, apoyaron (de palabra y en ocasiones de hecho) y justificaron las terribles noticias que llegaban de los países donde, supuestamente, había triunfado la "revolución". El escritor mexicano advertía ya entonces, hace 35 años, que había síntomas esperanzadores y que mucha de esa "intelectualidad" se había alejado ya o empezaba a alejarse de la defensa a ultranza de los años 50 y 60, si bien ese proceso no había terminado en absoluto.

Y ahora, la ronda de cuestiones. Todas terminan en un porqué:
  • En España ─y, me temo, en muchos países Latinoamericanos─, adversario político es sinónimo de «odiado-enemigo-presuntodelincuente-criminal». No se ve al adversario político como un elemento necesario para el normal funcionamiento del sistema, ni se tiene la más mínima intención de comprender los fundamentos, las razones, las causas del pensamiento diferente.
  • En España ─y, me temo, en muchos países Latinoamericanos─, tenemos profundamente arraigado el espíritu de caudillaje. Más que personas competences al servicio del Estado que nos hagan participar y que trabajen al servicio de la comunidad, buscamos caudillos en los que depositar nuestra confianza y que nos permitan descansar plácidamente durante toda una legislatura.
  • En casi toda Latinoamérica, en España y en otros países europeos, los sectores autodenominados «progresistas» o «de izquierdas» siguen viendo con enorme simpatía todos los regímenes dictatoriales o semidictatoriales que se cuelgan el título de «revolucionarios»: Nicaragua sandinista, Cuba castrista, Venezuela chavista...
  • En España aún no hemos comprendido cabalmente la importancia de disponer de un sistema judicial independiente. Cada vez que hay una causa judicial con políticos involucrados, una parte de la población se posiciona automáticamente a favor y otra en contra de la instancia judicial, ya sea para apoyar una condena que consideran obvia y necesaria, o bien para censurar acaloradamente el atrevimiento de dicha instancia judicial por condenar a tal o cual persona. Es decir: aún no hemos entendido en absoluto la noción básica de la separación de poderes en partes independientes. 
  • Hasta ahora, en España y en muchos países latinoamericanos, los partidos políticos, que se supone debían ser ejemplos de funcionamiento democrático, han sido más bien ejemplos de lo contrario: por un lado, más que la libre discusión de ideas y opiniones, han circulado el caudillismo y el servilismo más descorazonadores; por otro, el funcionamiento interno de los partidos ha sido (casi siempre) cualquier cosa menos democrático.
  • Cuarenta años de convivencia democrática en la península ibérica no han sido suficientes para que arraigue de verdad el espíritu de convivencia y de respeto mutuo que va íntimamente ligado a las auténticas democracias, ya sean repúblicas o monarquías constitucionales. La cuestión es si harán falta otros cuarenta años para terminar de afianzar el proceso.
Reflexión final: los movimientos populares que han surgido en algunos lugares de Europa, principalmente España y Grecia, combinan de modo casi mágico aspectos que resultan modernos o «actuales» (como la participación social, la importancia de las redes sociales, la horizontalidad, la supuesta transparencia, etc.) con otros aspectos que no son más que una reformulación, mediante un lenguaje del siglo XXI, de viejos (viejísimos) y oxidados principios, que se pueden resumir en un eslogan: ¡vamos a la revolución, compañer@s! Un ejemplo concreto: la adoración que sienten por la estatalización de los distintos sectores y actividades económicas.

martes, 11 de agosto de 2015

Un mundo mejor

"Los hombres tienen el deber de vivir para su generación, sin inmolarla en holocausto al Dios de los milenios y de las esperanzas mesianistas."
Max Aub (1903-1972)

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Hay que ver. Tiene que venir don Max de allende los siglos ─de un tiempo en que «hombres» era sinónimo de «hombres y mujeres»─ a explicarme, a explicarnos, algo tan obvio.

Coincido plenamente con el Sr. Aub (inciso: la sonoridad de su nombre es tan especial que solo pronunciarlo parece dar un aire de intelectualidad).

Coincido con el Sr. Aub y me doy cuenta de lo fácil que es dejarse llevar por la cómoda pendiente del lamento continuo, en ambos sentidos, ya sea en forma de nostalgia por un tiempo pasado (supuestamente) mejor, siempre (supuestamente) mejor, o de anhelo por alcanzar estados más o menos perfectos en un futuro.

Nuestra obligación es vivir el presente, vivir y darlo todo por nuestra generación. Y añado: de modo tan «holístico» como nos sea posible. Es decir, tratando de integrar el mayor número de aspectos, y sin dejar nunca fuera ninguno esencial.

Y ahora, recomiendo a cada una/o que siga labrando su huerto. Atenta/o a la azada, pero también al surco; a la totalidad del sembrado; a la vecina/o, al barrio o pueblo; al vuelo del grajo; al canto de la alondra; a la dirección y la fuerza del viento; a las formas de las nubes, a su color, textura y movilidad; a la disponibilidad de agua; a las fases de la luna; a las voces de su cuerpo y de los demás, a tantas y tantas cosas que es imposible enumerarlas todas. Estar atento para no estar alienado.

Por esto último termino con otra cita de don Max Aub, esta más atrevida:

"Cuanto más se trabaja, menos se piensa: que el cansancio solo produce sueño. El trabajo es el opio de los pueblos."

domingo, 17 de mayo de 2015

Quizás

Te me mueres de casta y de sencilla.
Estoy convicto, amor, estoy confeso
de que, raptor intrépido de un beso,
yo te libé la flor de la mejilla.

Yo te libé la flor de la mejilla
y desde aquella gloria, aquel suceso,
tu mejilla, de escrúpulo y de peso
se te cae deshojada y amarilla.

Hermosas palabras las de Miguel Hernández y perfecto encaje de unas con otras en su construcción del soneto perfecto. Triste su muerte en un calabozo frío, oscuro y rencoroso.

 ***

Entre el "Conócete a ti mismo" de los griegos y "El yo no existe" budista parece interponerse un abismo que condena al fracaso todo posible entendimiento. Pero también podemos verlo de otro modo:

- Podría ser que el largo y trabajoso camino del conocimiento de uno/a mismo/a nos condujera al convencimiento de que el yo, efectivamente, no es más que una quimera. O bien,

- Podría suceder que la práctica de la disciplina budista, con su premisa radical de la inexistencia del yo, nos llevara a un conocimiento de "nosotros mismos", sea esto lo que sea, tan profundo y esencial como el de cualquier filósofo occidental.

Así que pudiera ser que lo que parece dispar e irreconciliable no fuera, como en tantas ocasiones, más que una manera distinta de llegar al mismo sitio.

 ***

No es el amor. Es el rechazo del amor lo que, con gesto brutal, despiadado, nos aleja, nos desgaja, nos destituye.

 ***

Los cachorros de mamífero, esas criaturitas tiernas, delicadas y frecuentemente peludas, muestran una dependencia total hacia sus progenitores y despiertan en estos, si son bien nacidos, sentimientos de protección, cuidado y cariño insustituibles. Literalmente insustituibles. Los cachorros saben por inteligencia cromosómica que nadie les cuidará mejor que sus progenitores. Y estos entienden también que sus cachorros no serán bien cuidados (o que incluso no serán cuidados en absoluto) si no están presentes. Fuente de amores mutuos y de mutuas irracionalidades. De mutuas satisfacciones y de alguna que otra angustia.

La dependencia de unas y la responsabilidad de otras es tan fuerte que transforma, obliga y empuja como ningún otro instinto o sentimiento.



sábado, 21 de febrero de 2015

«Madre, ¿soy liberal?»


Dicho así, Irene puede recibir un buen sopapo en la boca, con mayor probabilidad si vive en algún país del sur europeo. Pero la niña (Irene tiene siete años) no tiene culpa de estar viviendo en el siglo XXI y vuelve a preguntar a su madre o padre, que la mira enfurecido…
El caso es que la personilla en cuestión lleva un tiempo fijándose en los paquetes y cartas que llegan a casa. Desde que tiene uso de razón lleva observando a unas señoras o señores que suelen vestir cierto uniforme y llevar un carrito amarillo, y que llegan a casa también en vehículos de color amarillo. Unas veces dejan las cartas o avisos en el buzón de casa, y otras llaman a la puerta para hacer la entrega en mano. Piden una firma y se marchan.
Aparte de estos señores, que llama “amarillos”, Irene se ha fijado en que también llaman a menudo a casa otros señores (esta vez casi siempre son señores), que casi siempre traen paquetes de diversos tamaños y formas. Utilizan furgonetas de tamaño intermedio y de colores, símbolos y letras muy variados, algunos muy bonitos. Piden una firma rápido, no importa de quién (Sofía piensa que podría firmar incluso el gato) y se marchan rapidito. A estos últimos, Irene los llama “azules”, porque ha visto en un documental que el planeta Mercurio, el mensajero de los dioses griegos, suele tener un tono azulado.
Irene se ha fijado en lo siguiente:
  • Los señores y señoras amarillos trabajan casi todos los días, por la mañana, a pie, en moto o en coche, y parecen tranquilos. El papá de su amigo Rubén trabaja ahí y le ha dicho a Irene que muchos días terminan el reparto a las doce o doce y media. A partir de ahí, no tienen nada importante que hacer, salvo esperar hasta la hora de cierre. Además, muchos días no van a trabajar porque tienen fiestas o asuntos privados que atender, o porque tienen vacaciones. La mayor parte de ellos son amables, aunque algunos son un poco antipáticos, pero también los hay muy simpáticos. 
  • A los señores azules no los ve Irene todos los días, pero le han dicho que también trabajan todos los días. Por lo que ella ve, siempre van con prisas, andan corriendo con las furgonetas de aquí para allá, y cuando llegan a casa también suelen subir y bajar rápido las escaleras. No son muy comunicativos, algunos parecen un poco antipáticos, pero piensa que quizá sea por las prisas. Además, muchos tienen la piel un poco más oscura que la de papá y mamá y tienen acento de países lejanos. Cuando sale a pasear por la tarde con mamá y papá, Irene ha visto a menudo señores azules en sus furgonetas, de acá para allá, siempre con sus paquetes a cuestas y normalmente con prisas.
Además de estas dos categorías de personas, Irene ha tenido que vivir, para su desgracia, la dura experiencia de visitar una oficina de trabajadores amarillos. Ha ido con su papá o mamá a recoger una carta o paquete certificado. Recuerda haber tenido que esperar un montón de tiempo, aunque no había mucha gente, hasta que les atendieran. Y cuando les llegó el turno, la mujer o el hombre amarillo no mostraba la más mínima compasión hacia ellos, como si esperar 45 minutos para recoger una carta fuera la cosa más natural del mundo y como si ninguna de las personas que esperaban en la cola tuviera cosas importantes que hacer. Con total parsimonia, la mujer o el hombre han desaparecido por un corredor y, al cabo de un buen rato, ha vuelto con el paquete. Ha pedido la firma y otros datos, y nos ha despachado secamente. Mientras tanto, ha visto a algunas empleadas y empleados amarillos salir y entrar de la oficina, con pinta de salir o llegar de hacer cosas suyas importantes. La verdad, a Irene no le gusta nada ir a este sitio, le parece irritante y triste.
En cambio, Irene nunca ha visto una oficina de trabajadores “azules”; solo un par de veces mamá ha tenido que llamar para saber cuándo iba a llegar un paquete, y la han atendido rápidamente. Además, la información que le han dado ha sido cierta. El paquete ha llegado cuando se lo han dicho.
Por lo demás, Irene y sus papás están muy contentos con el trabajo de los “amarillos” y de los “azules”, pero sobre todo con estos últimos, porque los primeros a veces traen documentos o notificaciones un poco tristes o desagradables, mientras que los segundos casi siempre traen cosas chulas, como aparatos electrónicos, libros, telas para mamá, juegos y cosas así. Y por lo que dicen los mayores, los paquetes tardan muy poco en llegar.
Recientemente, Irene se ha enterado de que la mayor parte de los trabajadores “amarillos” cobran del Estado y tienen un empleo “seguro y para toda la vida”, como recuerda haber oído hablar a su bisabuelo hace tiempo. Son gente, según ha oído, que ha sabido encontrar “la tan deseada calidad de vida”, aunque no entiende bien a qué se refieren. Por su parte, los trabajadores “azules” son empleados con contratos normalmente temporales, aunque Irene se da cuenta de que el envío de paquetería es un sector en auge, por lo que cree, espera y desea que los buenos trabajadores sepan mantener sus puestos de trabajo. Considera que esto es lo más justo y razonable.
Irene ha contado todas estas inquietudes a su profesora de primaria, que también cobra del Estado, y esta le ha mirado entre enfadada y sorprendida. Le ha dicho:
–Irene, ¿no serás liberal?
Con lo que la historia queda hecha un bucle.

(Nota: sean cuales sean nuestras afinidades políticas y nuestros ideales sobre el bien común, el libre mercado ofrece múltiples ejemplos de lo que es capaz de dar y ofrecer por comparación con el sector público. Además, hay otras varias actividades económicas que conservan privilegios concedidos, en ocasiones, hace varios siglos. Sería interesante poder vivenciar el efecto que tendría la libre participación de toda la gente emprendedora en otros muchos sectores. Basta pensar en las farmacias, los estancos o los taxis para empezar a abrir boca. Puede que sea un error pensar que siempre, automáticamente, la iniciativa privada va a resultar más ventajosa para todos, pero resulta demasiado injusto el prohibir su participación por la fuerza.
Irene no entiende de gráficos ni de deuda pública, por eso no sería legítimo meter el siguiente gráfico en su historia. El gráfico no tiene intencionalidad comparativa de ninguna clase, es un dato macro tomado del sitio web datosmacro.com:
Al cierre de 2014, la deuda pública en España ha ascendido a 1.033.958 millones de euros.)