miércoles, 5 de febrero de 2020

Mascotas versus animales

Echamos en falta un poco de cordura en todo esto.

La afición por las mascotas de compañía es una manifestación cultural reciente, que se dispara en algún punto del siglo pasado con el acceso imparable de las clases medias a este nuevo «complemento». Hay toda una industria, creciente, todo un merchandising alrededor de esta afición en auge. El abanico de posibilidades a la hora de adquirir una mascota peluda o plumada es casi inacabable. Esta curiosa afición tiene a veces cosas buenas, por ejemplo las manifestaciones amorosas interespecíficas, que siempre vienen bien, y a veces cosas raras, como tratar de imitar, de un modo u otro, las múltiples variantes del príncipe o aristócrata con su perrito de aguas de tamaño diminuto en el regazo. Hay personas que establecen interesantes relaciones de bondad, comunicación y generosidad mutuas, y que buscan un «compañero rústico», casi hasta un amigo, mientras otras solo parecen buscar un complemento peludo a juego con su bufanda.

Muchos aficionados a las mascotas declaran abiertamente su «amor hacia los animales». Y seguramente muchos así lo sienten. Pero va siendo hora de reflexionar en serio sobre la cruelísima contradicción entre el amor casi espiritual que mucha gente siente hacia sus mascotas y la absoluta y completa falta de ningún tipo de sentimientos hacia los miles, millones de animales, aves y mamíferos, que viven hacinados en condiciones espantosas en las explotaciones ganaderas industriales.

Una ternera moderna en una granja industrial de carne. Inmediatamente después de nacer, la ternera es separada de su madre y encerrada en una minúscula jaula, no mucho mayor que su propio cuerpo, donde pasará toda su vida: unos cuatro meses por término medio. Nunca abandona su jaula, ni se le permite jugar con otras terneras y ni siquiera andar, y todo para que sus músculos no se fortalezcan. Unos músculos blandos significan un bistec blando y jugoso.
La primera vez que la ternera tiene ocasión de andar, estirar sus músculos y tocar a otras terneras es en su camino al matadero. En términos evolutivos (léase demográficos), el ganado vacuno representa una de las especies animales con más éxito que haya existido nunca. Al mismo tiempo, figuran entre los animales más desgraciados del planeta.

Fuente del texto (salvo el paréntesis): Yuval Noah Harari (2014), Sapiens (Editorial Debate)

Cualquier persona carnívora contribuye con su granito de arena a alimentar esa enorme máquina de matar animales superiores, conscientes y sufrientes; cualquier mascota consumidora de pienso animal participa sin saberlo en la macabra maquinaria. Los amos y las amas, por supuesto, son responsables indirectos de esa participación, quizá inconsciente, quizá involuntaria, a veces incluso con las mejores intenciones.

sábado, 1 de febrero de 2020

Playita soleada

Si hacéis un breve repaso histórico comprobaréis, quizá con estupor, lo que es capaz de hacer el ser humano cuando se trata de defender lo que considera «suyo», ya sea un pedazo de territorio, el acceso a cierto recurso, unas ciertas condiciones más o menos privilegiadas, etc.
Sabemos que todas las fronteras son ficticias, que los recursos no tienen ni tendrán nunca auténtico «propietario», que todas y todos deberíamos gozar de los mismos derechos y libertades, etc., etc., ..., y sin embargo, la batalla ha sido larga, cruel, despiadada.
Imaginad ahora, solo por un momento, lo que podríamos llegar a hacer si se tratara de luchar por la mera y simple supervivencia. Es escalofriante imaginar un nuevo periodo de enfrentamientos cavernarios con la tecnología, los medios y los recursos ideológicos del siglo XXI.