miércoles, 12 de octubre de 2022

Minnie (mascotas versus animales, II)

Pregunto a mi amigo que qué le pasa, pues le noto taciturno. Casi no me deja terminar la frase:

“– ¿Que qué me pasa? ¿Qué me pasa, dices? Pues mira, pasa que el mundo de las mascotas se ha convertido en un desbarajuste más, en una muestra más de la extralimitación, de la desmesura de nuestra sociedad; una muestra más del hybris del que tanto habla Jorge Riechmann.”

“El rol que desempeñan los animales de compañía como sustitutos de criaturas humanas, si lo analizas un momento, es un poco neurótico.

“El mundo de las mascotas es una pieza más en el enorme engranaje capitalista, en el marco de un sistema económico que está conduciéndonos al desastre; piensa en toda la industria de los piensos y comida enlatada para animales domésticos; piensa en la cantidad de clínicas veterinarias que hay cerca de tu casa; piensa en la industria farmacéutica que provee de todas las vacunas reglamentarias, en los fabricantes de rascadores, de correas ¾con o sin luces led¾, de huesos de plástico, en los psicólogos de perros y gatos; en los hoteles y residencias caninas y gatunas, etc., etc., etc.

“Es una inmoralidad dedicar un auténtico presupuesto a tu perro, tu gata o tu loro en una sociedad tan empobrecida y con tantas carencias elementales.

“Es chocante en plan mal que los propietarios de animales de compañía piensen que «aman» los animales, cuando el mundo de las mascotas es una muestra más de nuestra dramática desconexión del entorno natural… Las mascotas son un invento humano más, que hemos fabricado a medida para proporcionarnos ciertos servicios. No son «animales de la naturaleza», son algo intermedio entre un animal propiamente dicho y un osito de peluche o un personaje del universo Disney. Proyectamos en ellos docenas de emociones, sentimientos, ansiedades… y así dejan de ser animales para convertirse en una especie de engendro que no se sabe muy bien qué es. Fíjate en todos esos gatos caseros… ¿a quién pueden caer bien? Son obesos, caprichosos, pesados, torpes y engreídos; lo tienen todo, nadan en la sobreabundancia, y aun así, a la mínima oportunidad depredan su entorno en busca de pájaros, reptiles y pequeños mamíferos. Más que a los gatos silvestres o asilvestrados, me recuerdan a los aristócratas gordinflones y culigordos que salen a cazar perdices por mero placer cinegético.

“Pero, además, por encima de todo eso, es de todo punto delirante el trato principesco que reciben muchas mascotas, en vívido contraste con la absoluta falta de atención, el olvido consciente, la trágica INSENSIBILIDAD hacia otros cuadrúpedos muy cercanos genéticamente a perros y gatos, pero que, a diferencia de estos, viven en condiciones infernales en granjas industriales de producción de carne, una parte de la cual se destina a la fabricación de piensos y comida enlatada para mascotas.”

Aquí mi amigo termina de hablar e inspira en plan bruto, parece más un energúmeno que un ser humano… y continúa su retahíla:

“Las autoras y autores que se dedican al tema candente del siglo XXI, léase, la crisis ecosocial en que estamos inmersos, hablan sin tapujos de sobrepoblación humana y afirman que la solución pasa por reducir drásticamente la demografía humana, por las buenas o por las malas. Pues bien, dado que la población de mascotas es una especie de extensión de la población humana, parece obvio que la recomendación debe extenderse también a los animalillos de compañía. La solución, si es que la hay, pasa por reducir y poner un poco de orden en este maremágnum de sapiens con perros, perras, gatas, gatos y demás animales disponibles en tiendas de mascotas.

“Se dice pronto, lo sé. La alternativa es seguir viendo personas paseando a perros por el parque al tiempo que atienden ansiosamente sus mensajes, hacen sus llamadas inaplazables o envían ese nuevo audio con especiales modulaciones de voz… mientras tú tienes que ir sorteando los excrementos. Porque, claro, son animales y, según dicen los propietarios, «es natural». Pero, si lo piensas bien, nada hay más contra natura que la mayor parte de las razas de perro y de gato. Muchas de ellas están en las antípodas de la selección natural; son un invento humano que se llevó a cabo con fines productivistas. Si no lo crees, infórmate un poco sobre las prácticas de los criadores de perros y sobre sus técnicas de selección para conseguir animales de pedigrí. Feo y antinatural lo mires como lo mires.

Cuando camino por el bosque, es emocionante encontrar un excremento de gineta, de comadreja, de zorro o de corzo. Cualquier persona sensible siente un leve cosquilleo al imaginar el tejón que ha pasado por ahí y ha dejado su deposición, muchas veces para marcar su territorio. Esos restos no huelen mal, los puedes diseccionar y es fácil encontrar granos y pieles de frutas, plumas, huesecillos y otros restos interesantes que dicen mucho de la dieta del animal. Merece la pena detenerse a analizarlos, son momentos poco frecuentes pero muy reveladores. ¿Entiendes la diferencia, propietario de mascota?

Esto último lo dijo recalcando las palabras, enrabietado y como con recochineo. Pero hubo más:

“Conclusión: menos personas, menos perros, menos gatos, menos hamsters y muchísimos menos smartphones. That’s the solution!

Y con esta soflama mi amigo gira bruscamente la esquina y se marcha haciendo aspavientos con las manos en el aire.

Estoy indignado. Primero, porque llevo varios minutos escuchándole, conteniéndome para no mirar la pantalla del celular después de varios avisos vibratorios; segundo, porque mi perrita Minnie lo ha estado mirando extasiada pero sin entenderle, y me parece fatal que hable así de animales sin saber nada de ellos; y tercero, porque Minnie hace caca donde le viene en gana. Estaría bueno. Es natural.