Durante semanas he estado pensando en cortarlo, arrancarlo de la tierra y dejar a las cintas ─antiguas arrendatarias del tiesto─ desarrollarse en plenitud: al fin y al cabo, el futuro de un árbol en un recipiente es incierto y limitado. Pero ante este inesperado brote de exotismo, esta manifestación casi cirquense de extraña belleza, decido conservarlo e, incluso, darle la oportunidad de crecer sin tantas estrecheces. Quién sabe, quizá se convierta en un hito de este discreto jardín.
A todo le veo sentido; pero no me atrevo siquiera a insinuar que todo lo tenga.