miércoles, 9 de julio de 2014

Breviarios

Frases en vías de extinción (I)

─ Señora, ¿tiene usted hora?

Ayer, mientras volvía de correr un poco, sentí, poco después de pronunciarla, que esta frase está inevitablemente en vías de extinción. La universalización de los teminales móviles nos aísla de los demás sin darnos cuenta, aunque paradójicamente parece unirnos a ellos. Muy ufanos y tecnológicos caminamos por la superficie planetaria con ese aire de suficiencia que solo tienen los nuevos ricos (en este caso, los nuevos cibernautas). Pero nada sólido hay bajo esta supuesta seguridad tecnológica, salvo nuestra (esta sí, inconmensurable) fragilidad.

Jóvenes aristócratas

Desde tiempos de la Ilustración, en Francia, aparecieron los primeros ejemplares, aunque los más conocidos, ya en el siglo XIX, fueron rusos y de otros países septentrionales: jóvenes (varones) aristócratas o muy bien acomodados que se lanzaban a predicar utopías inauditas, nunca oídas, que sonaban a música celestial. Consciente o inconscientemente hacían trampa, como la hacen los que hoy en día siguen defendiendo esas utopías igualitarias. Porque sabemos bien que lo único que tiene lugar cuando tales teorías se llevan a la práctica es una completa y perfecta sustitución de la vieja aristocracia por otra nueva, la del partido, único e incólume. Y que los usos y maneras de esta nueva aristocracia en nada envidian a los de la vieja y odiada casta. Una casta que descabeza a otra casta.

De padres y madres

Una enorme confusión se cierne sobre los dos hemisferios, el boreal y el meridional, tanto en Oriente como en Occidente. Hornadas y más hornadas de seres humanos crecen con la idea instintiva de que sus propios progenitores son extraordinarios, indudablemente buenos, dignos de elogio y merecedores del máximo respeto. Lamentablemente, lo cierto es que esto no es así; la prueba está en los periódicos de cada día. Nuestros padres y madres, los vuestros y los de ellos también, con frecuencia no son ese cúmulo de virtudes que les asignamos de modo reflejo e instintivo. Nunca debemos olvidar bendecirlos por habernos traído al mundo; pero no olvidemos tampoco tratar de valorar objetivamente sus palabras y sus obras, para así poder rechazar y oponernos, de palabra y de obra, a aquellas que nos resulten detestables, odiosas, aborrecibles.

Inteligencia social e individuos brillantes

Desde hace unas semanas se puede percibir, bajo un pequeño bosquete de eucaliptos en flor, un zumbido bien discernible, continuo, como de gente trabajando afanosamente en algo. En realidad, no se trata de gente, sino de abejas melíferas, muy atareadas en sus tareas libatorias ahora que los eucaliptos están en flor y deben estar despidiendo enormes cantidades de señales olfativas a estos maravillosos insectos. Y pensé que estos animales, cuyo cerebro tiene el tamaño de un pequeño grano de hierba, han desarrollado una extraordinaria inteligencia colectiva que les hace trabajar al unísono, sin conflictos aparentes y por el bien común de la colmena. Justo al contrario de lo que sucede en muchos países latinos, donde no faltan individuos con capacidades brillantes en uno u otro campo, pero que muestran una notoria ineptitud para organizarse con un mínimo de cordura, sensatez y civismo.