sábado, 11 de abril de 2020

Nuevo Mundo


En el maremagnum, por ahora siempre creciente, en que se halla sumida una buena parte del planeta, se escucha de pasada a alguien que dice: «Es una buena oportunidad para la introspección.»

Pero la introspección parece chiquitita, muy escasa, casi inapreciable si la comparamos con el desbocado bullicio de datos —audios, imágenes, textos, vídeos que están circulando en todas las direcciones posibles estos días.

Así pues, añado una nueva teoría conspirativa que trate de explicar el nuevo paradigma: el virus es un invento de corporaciones ocultas, quizá con el apoyo de algún estado (asiático o no), con estos fines: 
  • Adelantar la edad de adicción de la población a los dispositivos móviles, que de un plumazo se trasladará de la preadolescencia a la infancia (¿5, 6, 7 años?).
  • Fortalecer la ya preexistente adicción de la población juvenil y adulta, y hacer surgir la misma en el limitado sector de la población que aún se mantenía reacia.
  • Enganchar un nuevo sector de la población, la ancianidad (de 75 hasta los 110 años), a las «nuevas tecnologías».
Las niñas de seis años no volverán a tener instantes de aburrimiento, pues aprenderán a abrir la aplicación Zoom en cualquier dispositivo a su alcance (cada vez más y sin menos trabas) para hablar y ver a su amiga; los abuelos tampoco se darán cuenta de su soledad, pues utilizarán su dispositivo adaptado para hablar de croquetas, colitis o pastillas con sus nietas, hijos o amigas. Y, entre medias, el grueso de la población pensará que sigue disfrutando de las maravillas de la tecnología, parloteando, adquiriendo, consumiendo sin cesar, parloteando, chateando, valorando, parloteando, cacareando sin parar, sin descanso, sin alternativa analógica (¿para qué, por Dios, para qué necesitamos esas cosas del pasado?, pensarán).

Welcome to 5G!

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