lunes, 24 de diciembre de 2007

El tío Vania, Acto 3.º, págs. 194-197 (Cátedra 207)

-Ya estaba escrito, hace mucho tiempo -me dijo el viejo esta madrugada cuando regresaba de cenar en casa de mi madre.
-¿Qué estaba escrito, Señor? -le pregunté con un poco de sorna.
-El bosque retrocedía, y sigue retrocediendo. Ya lo sabíamos.
-Sí, pero la conciencia medioambiental surgió en los años 60 del pasado siglo...
-¿Conciencia? ¿Conciencia medioambiental? Ja... Ja, Ja, Ja... Pero, ¿qué dices, hijo? ¡Eso son pamplinas!
"Pobre viejo", pensé, "está delirando. Ayer me dijo que echaba de menos el vodka. Seguro que ha conseguido comprar una botella en alguna tienda de orientales, y le ha estado dando a la botella."
-Paz a los hombres de buena voluntad, y esto incluye buena voluntad hacia hombres, bestias, plantas, selvas, ríos, mares, montañas, penínsulas, istmos y continentes, hijo.
"Por qué me llamará hijo, ¿estará loco?"
-Hijo, ¿conoces la canción de Billy Joel, la del pianista borracho?
-Pues claro, Señor.
-Puedes llamarme Astrov. Pues yo fui Astrov un tiempo. Y traicioné mi mayor don. Pero en ese momento no me daba cuenta. Estaba fuera de mí. Por ella hubiera devastado el pueblo, hubiera matado a mis animales, hubiera quemado el bosque...
-Ahora hacen lo mismo por cosas parecidas -dije yo sin saber muy bien lo que quería decir. Mi cabeza estaba embotada con tanta comida y bebida.
-¿Sí? Pues fíjate, yo tengo fe en las mujeres. Quizá por ahí llegue la salvación. Por las mujeres y los niños. Los ancianos estamos perdidos, y no contamos.
"Pero, ¿qué dirá este viejo", pensé con ganas de irme a la cama ya. Pero no tuve que decirle nada.
Llevaba puesto un abrigo de astracán y un gorro ruso muy aparente. Me hizo un largo saludo militar:
-Anton Pávlovich Chejov, ¡salud! No creo que nos veamos en mucho tiempo. Suerte, hijo.
Sacó una botellita de vodka del abrigo, pegó un trago y con una carcajada estentórea salió de casa, dejándome de nuevo algo patidifuso. Me fui a la cama.
Esta mañana he encontrado una notita en la encimera de la cocina: El tío Vania, acto 3.º, páginas 194 a 197. Editorial Cátedra. Casualmente tengo ese libro...

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