De adolescente era perfecto. Su túnica ondeaba al viento y a su sombra daba cobijo a muchos niños y niñas, hombres y mujeres por hacer.
Joven ya, era animoso y exaltado. Su arco y sus flechas relucían, tensos, tersos y atrayentes... o al menos así se los imaginaba. El público le acompañaba; a ratos se alejaba, pero siempre retornaba a él, en ocasiones numeroso.
De hombre se ha construido una tribuna con aglomerado, escuadras y tirafondos. A ella se sube y desde ella lanza sus rayos. ¡A ti, a ti, al de más allá! Pero no suele ver mucha gente a su alrededor.
Eso sí, siempre está su amada. A su lado. Escuchando, paciente, sencilla, tranquila. El ombligo del mundo. El sitio de su recreo. Ahí dentro.
-¡Voy! -le oigo decir-.
¿Te has enamorado?
ResponderEliminarEso no hace al caso. :)
ResponderEliminarEso que lo dices tú.
ResponderEliminarNo me había dado cuenta del detalle, narrador omnisciente. :)
ResponderEliminarMi "superflualidad" me impide tomar parte en esta comunicación. Disculpen...
ResponderEliminarNata: fíjate en lo importante que es un simple cambio de número, de singular a plural. Con solo cambiar un yo por un nosotros el aspecto puede pasar de negro a blanco o al revés.
ResponderEliminarMecacholo: tus comentarios nunca serán considerados superfluos en este blog. Te animo a que participes cuando lo estimes oportuno. :)