-¿Vas camino de Lisboa, río abajo
o has podido guarecerte de la lluvia?
-Voy camino de Lisboa, rumbo al Fado,
a la vida reposada, las antípodas del Turia.
-¡No te marches, muchachilla, no te marches!
-Me marcho porque aquí hay polvo, polvaredas y chirríos,
porque aquí no escucho el agua, más que en días especiales,
como hoy.
-Quédate, muchachilla, invocaremos juntos el agua,
y, si ella no viene, aguardaremos hasta el rocío.
-Pero no. Cada pueblo tiene la lluvia que merece.
La de aquí tiene rabia contenida, ganas de fastidiar.
En Lisboa el agua te rodea y te rodean sus peces.
-Está bien, muchachilla, voy contigo.
No sé si tienes razón; al menos me has convencido.
-Te espero en Toledo, agarrada al gran meandro.
¡Me dejé arrastrar por el agua y salí del H&M
casi sin consciencia, Atocha abajo, hasta el Manzanares,
el Jarama, Aranjuez, bonita tierra... adiós a todos!
-Tras tu estela me zambullo, tras tu espuma aún reciente,
de burbujas redondas de plata. ¡Espérame, no lo olvides!