No me acostumbro. Por más que lo intento, no puedo con él. Es superior a mí. En realidad, muy superior.
Me acerco, le pido algo casi en un murmullo, y él ni se inmuta. A lo sumo, resopla un poco. Como mucho, alza levemente un ojo y emite un «¿Mmmmmmh?»
Y yo me asusto, claro, me quedo patidifuso, con mi papel en una mano y con la otra sin saber qué hacer. ¿Le doy un golpe? Inútil, ni lo nota y, si le inquieto, puede llegar a engullirme. ¿Hago aspavientos? ¿Salto, grito, gesticulo? Da igual. Daría lo mismo.
Impertérrito, sigue mascando, sigue comiendo. Pero... ¡demonios! miro y... ¿qué es lo que veo? ¡Está comiéndose el soufflé de trufa que tenía preparado para mis amigos! ¡Serás capullo, Bernie?
-¡Son mis derechos! -me dice con voz huracanada.
Salgo corriendo, despavorido. Lo intentaré mañana...
Bueno, yo...
ResponderEliminarLa verdad es que yo...
Eso no es aquí, oiga. Es en otro blog. :)
ResponderEliminarLos hipopótamos tienen 4 dedos. Bernie tiene: uno, dos, tres...
ResponderEliminarMuy observadora, nata. Si es que en el fondo me gusta. Me meto mucho con él pero, en el fondo, quizá seamos parecidos.
ResponderEliminarA ver, voy a empezar a resoplar: ¡PFFFFFFFFHHHHHHH, qué día llevo, aún sin poder leer el periódico y encima la tostada estaba cruda....!
¡Qué curioso! Yo también le conté los dedos al hipopótamo. Pero me faltó creatividad para relacionarlo conla cruda realidad de algún caso teratológico cercano... :)
ResponderEliminarAunque el bicho presenta polidactilia, lo característico es su personalidad.
ResponderEliminarUna personalidad 'demoledora'. Sin duda...
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